La boyante escena del arte oaxaqueño actual, con decenas de exponentes de alta calidad y una proliferación de espacios de exposición en las ocho regiones del estado, encontró cauce gracias al camino abierto por personajes como Miguel Cabrera, Rufino Tamayo, Rodolfo Morales, Rodolfo Nieto y Francisco Toledo.
A su manera, con técnicas y temas específicos, estos cinco maestros de las artes hicieron escuela. Cada uno de ellos sembró una semilla que ha dado frutos y de la que el arte oaxaqueño cosecha éxitos.
1. Miguel Cabrera, máximo exponente de la pintura virreinal novohispana del siglo 18
Mediante pintura de caballete, retablos, gran formato y pequeñas obras en cobre, Miguel Mateo Maldonado y Cabrera fue el pintor más destacado de su época. Su trabajo abarcó arte sacro, retrato y pintura de castas.
Nacido el 27 de febrero de 1695 en la actual Oaxaca de Juárez, era alabado por la belleza de las figuras que plasmaba en sus lienzos. De su arte refinado se reconocían la riqueza cromática, la composición y la expresividad del dibujo.
Como pintor de cámara del arzobispo Manuel Rubio y Salinas, fue autor de la imagen de la virgen de Guadalupe enviada al papa Benedicto 14. Asimismo, pintó retablos en la iglesia de Tepotzotlán, en la de Santa Prisca en Taxco y en las catedrales de la Ciudad de México y de Puebla.
Diversos recintos públicos conservan la obra de Miguel Cabrera. Su retrato de Sor Juana Inés de la Cruz, por ejemplo, lo resguarda el Museo Nacional de Historia. El Museo de Arte Colonial de Morelia, por su parte, atesora el retrato que hizo de Juan de Palafox.
Incluso el Museo de América de Madrid cuenta en su acervo con parte de la serie de castas que realizó este artista fallecido el 16 de mayo de 1768.
2. Rufino Tamayo, arte oaxaqueño revolucionario para el mundo entero
Sin duda, uno de los pintores mexicanos con mayor reconocimiento a nivel mundial es Rufino del Carmen Arellanes Tamayo. Nacido el 26 de agosto de 1899 en la capital oaxaqueña, conjugó como nadie el arte prehispánico con las vanguardias internacionales.
Más de mil óleos, casi 500 obras gráficas, más de 300 dibujos y 20 murales conforman su legado. Una arte oaxaqueño marcado por el color, la perspectiva, la armonía y la textura.
“Mi sentimiento es mexicano, mi color es mexicano, mis formas son mexicanas, pero mi concepto es una mezcla. Ser mexicano, nutrirme en la tradición de mi tierra, pero al mismo tiempo recibir del mundo y dar al mundo cuanto pueda. Este es mi credo de mexicano internacional”, explicaba en entrevistas.
Con 27 años de edad, Rufino Tamayo realizó su primera exposición. Poco tiempo después exhibió su trabajo en el Art Center de Nueva York. Casi de manera automática fue albergado en galerías y museos.
De ahí que sus murales se encuentren en el Palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional de Antropología, el Conservatorio Nacional de Música, el Dallas Museum of Arts, la Biblioteca de la Universidad de Puerto Rico y la sede de la UNESCO en París.
Caballero de la Legión de Honor de Francia, comendador de la República Italiana, Hijo Predilecto por el gobierno de Oaxaca, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, por los reyes de España, Gran Premio de Pintura de la II Bienal de Sao Paulo… Rufino Tamayo falleció el 24 de junio de 1991.
3. Rodolfo Morales, referente obligado de la plástica mexicana del siglo 20
“Uno no sabe cuándo se va a terminar el camino, por eso es importante llenarlo de color, de texturas, de una magia y una mitología propias. Porque eso es lo único que nos llevamos, la satisfacción de haber construido un mundo propio”, comentó Rodolfo Morales en unas de sus últimas entrevistas.
El suyo, un mundo surreal de colores vibrantes por el que algunos lo llaman El maestro de los sueños, lo llevó a ser considerado uno de los artistas más importantes del panorama plástico mexicano del siglo 20.
Oriundo de Ocotlán de Morelos, Rodolfo Morales nació el 8 de mayo de 1925. Su arte oaxaqueño melancólico con mujeres y paisajes oníricos llamaron la atención de Rufino Tamayo, quien le ayudó a abrirse camino en el mundo artístico.
Él por su parte, siguió sus propios pasos como profesor de dibujo y pintura. Durante 32 años impartió clases de dibujo en la Escuela Nacional Preparatoria No. 5, en la Ciudad de México.
Si bien las exposiciones y la creación de murales ocupaban su tiempo, creó la Fundación Cultural Rodolfo Morales. Por medio de ésta, contribuyó al rescate del Patrimonio Arquitectónico y Cultural de los Valles Centrales de Oaxaca.
Fallecido el 31 de enero de 2001, su legado incluye la restauración de monumentos históricos, la promoción del arte popular, la música y las artes escénicas, la preservación de las tradiciones y el apoyo a obras sociales.
4. Rodolfo Nieto, pilar del arte oaxaqueño y contemporáneo en México
Se dice que Rodolfo Nieto sorprendió a Pablo Picasso por su sentido poético y esa fantasía que llevaba de lo más delicado a lo más violento en su arte oaxaqueño. Conocido por su dominio del óleo, la serigrafía, la litografía, el grabado, la acuarela y el collage, obtuvo en dos ocasiones el Premio Bienal de París.
Nacido en Oaxaca de Juárez el 13 de julio de 1936, formó parte de la generación de la ruptura. Aunque falleció a temprana edad —el 24 de junio de 1985— logró ser reconocido como una figura fundamental del arte oaxaqueño y, de hecho, mexicano.
Durante la década de 1960 se instaló en París. Fue en la capital francesa donde Rodolfo Nieto se vio influenciado por el art brut de Jean Dubuffet y el grupo CoBrA. Como resultado, aprovechó la libre expresión del inconsciente para crear sus piezas. De esta forma, expuso de manera colectiva al lado de figuras como Picasso, Zao Wou Ki y Serge Poliakoff.
Realizó grabados en el célebre taller de Fernand Mourlot, en el Atelier 17 de Stanley William Hayter, grabador reconocido por formar a numerosos artistas en París y Nueva York, y en el taller de litografía de Michael Cassé.
5. Francisco Toledo, el más grande defensor de Oaxaca desde un arte universal
El 5 de septiembre de 2019, día en que Francisco Benjamín López Toledo falleció, alrededor del mundo se lamentó la pérdida. No sólo se trataba de uno de los artistas más influyentes de México, sino de un promotor cultural, activista, filántropo y defensor de los derechos humanos y de las lenguas indígenas como ningún otro.1
Francisco Toledo nació el 17 de julio de 1940 en Juchitán de Zaragoza. En su obra creó un mundo de mitos y magia con fuertes raíces mexicanas, aunque el imaginario de su arte oaxaqueño se consolidó durante sus estancias en Europa y Estados Unidos.
Su trabajo forma parte de las colecciones del Museo Tamayo, el Museo de Arte Moderno, el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca, el Museo Universitario Arte Contemporáneo de la UNAM, el MOMA de Nueva York y el Museo de Arte Moderno de Filadelfia.
Convencido de que la existencia de bibliotecas, exposiciones, conciertos, enriquece a la gente fundó el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), la Casa de Cultura de Juchitán, la Biblioteca para Invidentes Jorge Luis Borges, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), el Taller Arte Papel Oaxaca, el Centro de Artes de San Agustín (CaSa), el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo, el Jardín Etnobotánico, la Fonoteca Eduardo Mata y la Biblioteca Francisco de Burgoa.
De esa forma, también se redimía. “Para no sentirme tan mal de ser un capitalista, de ser un hacedor de dinero, lo gasto en instituciones que se abren a los jóvenes que no tienen posibilidades de viajar para ver exposiciones o tener libros. Todo está hecho un poco para pagar culpas”, confesó alguna vez a la prensa.
Ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes, entre otros galardones, se caracterizó por ser un artista independiente, irreverente, provocativo y transgresor.