Mirar guarda una lengua antiquísima, edénica, adánica, del tiempo cuando no circulaban las palabras; en cada cuadro recordamos los sonidos que aprendimos y habíamos olvidado, la canción primera que no alcanzamos a recordar pero que está ahí, en lo más profundo de la memoria en espera de que el exterior vuelva a reconstruir el instante. En la punta de la lengua. Mirar es traducir, llegar de lejos, traer noticias, levantar el poema; reinventar el mito, repetir las palabras que se pronunciaron en el tiempo antiguo, cuando se hicieron las cosas y el agua o los animales no eran más que silencio hasta que llegó la palabra que dio alegría y origen, celebración. Los cosmogonistas afirman que esas palabras olvidadas logran vencer a la muerte, la enfermedad, dan salud, recuperan la dicha de los sonidos con que un día construyeron el mundo. Lo saben las comunidades y lo sabe la medicina tradicional y lo sabe la ciencia de la historiografía y Mocka lo sabe, aprendió esas palabras que se dijeron en el tiempo primero con su abuelo, el alfarero. La imagen, como toda lengua, se hace dentro del silencio. ¿Qué nos dice el dibujo de una ballena suspendida en el azul oceánico? No hay palabras, o las palabras que hablamos no alcanzan a nombrarlas. ¿Qué nos dice el insecto con su coraza milenaria? Hay perfección y dignidad, cierto desafío y reto. Miro la obra, recuerdo el haiku de Basho: “Un viejo estanque;/al zambullirse una rana,/ruido de agua”. Dice Valéry que cielo y mar son los objetos inseparables de la mirada más amplia, los más libres en apariencia, los más cambiantes en la entera extensión de su inmensa unidad; y con todo, los más semejantes así mismos, los más visiblemente sujetos a recobrar una y otra vez los mismos estados de calma y tormenta, perturbación y lucidez. Mocka intervino muros en su adolescencia, hizo grafitis en las calles de una ciudad que le negó la expresión de los jóvenes. Quizá para algunos suene a despropósito, pero acá lo registro: corren tiempos violentos en las calles, de madrugada pierdo el sueño, voy al escritorio para buscar sosiego, al abrir un archivo surgen las imágenes de Mocka, la oscuridad recupera su calma.