Alexis Caballero es originario de Infiernillo San Francisco. De ese pequeño pueblo de la mixteca viene su amor por los animales, por el campo y, sobre todo, por lo místico. Fue ahí donde oía hablar de nahuales, de la laguna mágica y de historias que hoy tienen eco en sus pinturas.
“Parte de mi trabajo es desenrollar las cosas. Creo que pinto para ir aclarando el misterio de lo que soy y de lo que he vivido. En mi infancia escuchaba cosas bien locas, pero nadie me las explicaba. Y con el tiempo vas entendiendo, vas pintando y vas liberando, porque mucho de mi infancia eran miedos”, comenta.
Para este psicólogo de profesión, pintar es un constante buscar y encontrar; una respuesta incesante que lo lleva al pasado y al futuro. Por ello, pincelazo a pincelazo revela hacia dónde va, qué más construirá, a qué le temerá.
¿Y cómo descubrió Alexis Caballero la pintura? Bastó con que viera a alguien pintar en su secundaria, absorto por horas en un mundo particular, para que él mismo hallara en la pintura un anestésico.
“Me gustaba el dibujo, pero nunca había visto a alguien tan metido en eso. Ahí fue donde dije quiero eso, ese momento mágico en el cual no hay nada y de repente pones color y te distraes del mundo para concluir algo, y ese algo te hace feliz. Al pintar no necesitaba nada; no necesitaba a alguien cerca, no necesitaba comida, no necesitaba agua”, dice.
“Y me clavé. Quiero estar haciendo eso todo el tiempo. Es bellísimo estar conectado a un pedazo de papel, a un lápiz, un tizne o algo. Porque no tiene que ver con los materiales, sino con la necesidad de expresarte, de decirte”, agrega Alexis Caballero.
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Alexis Caballero en la intimidad y libertad creativa
La obra de Alexis Caballero ha ido seduciendo y encontrando lugar en diversas partes del mundo. Desde México hasta China, pasando por Ecuador, Chile, Brasil, Estados Unidos, Italia, España, Rusia y Jordania.
Parte del atractivo de sus cuadros radica en la libertad con que los crea. Un trabajo gestual, hecho con naturalidad, con la intención de divertirse y conectar con alguien.
“Soy un hombre solitario, no tengo hermanos. Pinto para conectar con más personas indirectamente, como con su esencia. Por eso la alegría que me da cuando alguien se hace de una de mis piezas y está contento por lo que tiene. Al final, se lleva un pedazo de mí y me da resguardo en su historia”, explica.
Alexis Caballero firma como Cama desde que dibujaba sin saber que a eso se dedicaría. En esa época en su habitación no tenía escritorio, sólo una cama donde además escribía poesía y veía películas. Era su rincón más íntimo.
“Para mí la cama era un lugar en el que podía estar y resolver conmigo mismo: llorar, reír, emocionarme. Un pequeño mundo en el cual te quitas muchas máscaras y eres tú, desnudo, con pijama, como tú quieras. Aparte de eso, de repente se convirtió en un lugar erótico o romántico, en el cual también me comunicaba con otro ser”, especifica.
Por otro lado, a Alexis Caballero le interesaba que la gente viera sus pinturas sin importar de qué artista se trataba. Firmar sus obras con un discreto Cama le permitía mostrar lo que sentía o pensaba sin interferencias.
“Lo dejo como huella en cada uno de mis cuadros. Al final va mi nombre ahí, mis iniciales. La gente empieza a encontrar que soy Alexis Caballero y que mis cuadros dicen Cama. Al final todo ha cuadrado ahí”, concluye.