El compromiso de un artista es hacer algo en la vida, dice Lino Chávez, a quien la asistencia al circo cuando era pequeño lo dejó tan sorprendido, que dicho espectáculo se percibe aún en sus obras: una poética visual donde nos sorprende un mundo fantástico.
Frente al óleo, este artista con formación en diseño arquitectónico va descubriendo los placeres, las formas, los colores, que poco a poco le van sugiriendo el dibujo. Gusta de hacer obras de gran tamaño no sólo para que el espectador quede atrapado en ellas, sino porque tener un espacio amplio le permite saborear y disfrutar el trazo de la obra.
Con 40 años de trayectoria, Lino Chávez inició su carrera en el taller de pintura del CREA en 1982. Posteriormente viajó a California para inscribirse en el taller de pintura del Art Center Camarillo. A su regreso a México, se adentró en el mundo del grabado en el taller de Gráfica Popular, para luego formar parte de la Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos.
Su obra onírica está plagada de personajes que celebran la vida, entre música, magia y alegría. La suya es una libertad que se abraza con todos los sentidos y nos hace descubrirnos como personajes cotidianos dentro de la sinfonía de su universo.
Dejarnos fascinar por el vibrante trabajo de Lino Chávez resulta inevitable, el flechazo es inmediato, el corazón se entrega. Su virtuosismo levita en atmósferas entrañablemente emotivas.