Tres patrias son en las que el imaginario estético de Jazmín Sasky (Argentina-Canadá-Oaxaca) está en permanente interconexión.
Este imaginario tiene su origen en Argentina, su patria natal; en segundo lugar en Canadá, su patria por elección, y en tercer lugar en Oaxaca, su patria creativa, patrimonio sensible y artístico plagado de una imaginación en constante flujo creativo.
Los collages de Jazmín se relacionan íntimamente con el arquetipo colectivo de la reconfiguración con ciertos elementos o imágenes del arte callejero o urbano de Oaxaca, que nutre y da coherencia a una reagrupación artística en cada una de sus obras, (collages, cajas-ventanas, stickers, arte objeto, cuadernos de viaje). Pero ¿qué le da vida a estos collages?
Los sentimientos, las emociones, los gustos, los desencuentros, el andar sin rumbo fijo por las calles de una ciudad, los recuerdos que la artista pone de trasfondo en cada una de sus creaciones.
Es así que el azul del fondo o el rojo, o el rosa o el verde abrazan a las imágenes que ella desea mostrar, y la fortaleza del collage plasmado es resaltado por una serie de palabras, frases, nombres y títulos que hacen de su composición artística un agasajo visual, contundente para la mirada del espectador.
El dibujo de Sasky es tan vital o pormenorizado, que pareciera que la función de cualquier collage es dar vida a un conjunto que es reordenado, utilizando los dibujos, los símbolos, las siluetas, la señaléticas viales y la crítica social y cultural como su esencia misma; es una inversión de todos los valores, ahora resignificados.
Cada imagen que va reteniendo en su mirada, cada foto tomada en su andar por las calles de Oaxaca, en alguna barda, es posteriormente integrada a la obra. Así, estas imágenes serán tan importantes como el resto de la composición del collage en su totalidad. Cada imagen extraída de un contexto urbano es reinterpretada y reapropiada en un nuevo sentido estético por Jazmín.
La selección de cada imagen es tan precisa, que el resultado final crea una sorpresa para el espectador, que descubre un recordatorio fugaz de lo que pudo ver en alguna barda o calle de la ciudad de Oaxaca, y que nemotécnicamente resulta un recuerdo revivido por un collage.
En los collages de la memoria, Sasky nos permite recordar ciertas imágenes que están en el dominio público de la vida urbana, en donde identificamos un recuerdo de imágenes vistas en nuestro andar por la ciudad.
Esta relación íntima del collage y la memoria hace del arte de Sasky una brillante invitación a sacar del baúl de los recuerdos fragmentos guardados en lo más íntimo de nuestro ser.
No es sólo un arte introspectivo, sino un arte colaborativo.
Recordemos que para Max Ernst, el paradigma de lo contemporáneo es el collage, poniendo énfasis en una diferencia: el collage es «el encuentro de dos realidades distantes en un plano ajeno a ambas».
El aporte de Sasky a la historia del collage es, al igual que su tres patrias creativas, en tres niveles. En el primer nivel de composición observamos sustrato, una afortunada combinación de pintura acrílica de fondo; el segundo nivel es la pintura, que delimita y da cabida a los dibujos y recortes de figuras que la artista va decodificando del arte urbano oaxaqueño y el cual asimila y da soporte a su composición final.
No se trata de un collage clásico en el que la reestructuración de lo deconstruido tiene una nueva dimensión estética a partir de los recortes de revistas, libros, periódicos, fanzines preexistentes; acá lo que atestiguamos es la formación de la ilustradora y diseñadora gráfica de profesión, que no quiere ocupar recursos de otros soportes sino recrear imágenes fotográficas que con su psicogeografía cotidiana camina por las entrañas de una ciudad (como Oaxaca) tapizada de un arte urbano de una manufactura sorprendente.
De ahí, la artista escoge las imágenes, las pinta, las recorta y las va disponiendo en un tercer nivel de composición y de interpretación simbólica y artística. Los tres niveles están poderosamente creados y resaltados con mensajes, símbolos, imágenes y colores que nos permiten realizar una lectura rica en símbolos, en significados, en formas de habla-mito-imágenes lúdicas y enigmáticas, dándonos la oportunidad de ver las ventanas de una propuesta interesante y sofisticada.
Así, pinta acrílico y selecciona y dibuja imágenes del arte urbano (al cual rinde un homenaje en cada uno de sus collages), para trazar discursos y frases de una hermenéutica muy elaborada, que es el resplandor de una estética del recuerdo que se exorciza y hace catarsis con una propuesta sólida y bien elaborada en sus líneas de acción.
Los collages y las imágenes callejeras de arte urbano son expresiones que dialogan directamente con la ciudad, resignificando sus espacios y otorgándoles nuevas narrativas. En el collage, los fragmentos de imágenes, textos y texturas se combinan para crear una composición que rompe con la lógica lineal, invitando al espectador a reinterpretar los elementos en un contexto nuevo. Este proceso refleja la complejidad y el caos ordenado de la vida urbana.
Por su parte, el arte urbano utiliza la ciudad como lienzo, incorporando murales, esténciles, grafitis y pegatinas que se mezclan con el entorno. Estas imágenes tienen la capacidad de comunicar mensajes inmediatos y potentes, desde protestas sociales hasta reflexiones estéticas. Como el soporte del collage, el arte urbano fragmenta y recombina la realidad, desafiando las convenciones y reclamando un espacio en lo público para el arte y la voz individual o colectiva.
El decir urbano entabla un diálogo permanente con los collages y dan paso a la poesía que expresa los recuerdos más íntimos en los cuadernos de viaje de Jazmín.
Sergio Huerta
Across three homelands, the symbolic universe of Jazmín Sasky (Argentina-Canada-Oaxaca) exists in a constant state of interconnection.
This universe originates in Argentina, her birthplace; extends to Canada, her chosen homeland; and finds a third home in Oaxaca, a creative territory, a sensitive and artistic heritage overflowing with an ever-flowing stream of creative imagination.
Jazmín’s collages are deeply linked to the collective archetype of reconfiguration, incorporating elements or images from Oaxaca’s urban and street art, which nourish and lend coherence to the artistic regrouping that takes place in each of her works—collages, window-boxes, stickers, art objects, and travel notebooks. But what brings life into these collages?
Feelings, emotions, tastes, moments of disconnection, wandering aimlessly through city streets, and memories serve as the backdrop for each of her creations. This is how the blue background, or red, or pink, or green, embraces the images she chooses to present, while the strength of the collage is further emphasized by words, phrases, names, and titles, making each composition a striking visual delight—powerful and compelling to the viewer’s eye.
Sasky’s drawing is so vital and detailed that it seems as though the very purpose of any collage is to give life to a rearranged whole. Using drawings, symbols, silhouettes, road signs, and social and cultural critique as its very essence, her work becomes an inversion of all values—now resignified.
Every image she captures with her gaze, every photo taken while wandering through the streets of Oaxaca, every image found on a wall—each one is later integrated into her artwork. These images become just as essential as the rest of the composition, merging seamlessly into the totality of the collage. Every visual fragment extracted from an urban context is reinterpreted and reappropriated with a new aesthetic meaning by Jazmín.
The selection of each image is so precise that the final result surprises the viewer, offering a fleeting reminder of something they might have once seen on a wall or a street in Oaxaca—now revived through the mnemonic power of collage.
In these collages of memory, Sasky allows us to recall certain images that belong to the public domain of urban life, where we recognize glimpses of scenes encountered during our daily walks through the city.
This intimate relationship between collage and memory transforms Sasky’s art into a brilliant invitation to retrieve fragments stored deep within our being, unlocking the hidden treasures of our personal recollections.
It is not merely an introspective art—it is a collaborative one.
Max Ernst saw collage as the paradigm of the contemporary, emphasizing a key distinction: collage is “the encounter of two distant realities on a plane foreign to both.” Sasky’s contribution to the history of collage operates—like her three creative homelands—on three levels.
At the first level of composition, we observe the foundation: a skillful combination of acrylic paint that serves as the background. The second level consists of the painted elements that frame and give space to the drawings and cut-out figures—symbols she decodes from Oaxacan urban art, absorbing and integrating them into her final composition.
This is not a traditional collage where the restructuring of deconstructed elements gains a new aesthetic dimension through magazine clippings, book pages, newspapers, or pre-existing fanzines. Instead, what we witness here is the work of an illustrator and graphic designer by profession—one who does not rely on pre-made materials but instead recreates photographic images. Through a process of everyday psychogeography, she walks through the depths of a city (like Oaxaca), absorbing its stunning urban artistry.
From this exploration, the artist selects images, paints them, cuts them out, and arranges them into a third level of composition—one of symbolic and artistic interpretation. These three levels are powerfully interwoven with messages, symbols, images, and colors, allowing for a reading rich in symbols, layered meanings, playful, and enigmatic visual mythology-narrative, which gives us, the audience, the opportunity to peek through the windows of an intriguing and sophisticated artistic proposition.
She paints with acrylic, selects and sketches images from urban art (paying tribute to it in each of her collages) to construct discourses filled with phrases built with complex hermeneutics that shine as an aesthetic of memory—one that exorcizes and achieves catharsis through a well-executed and solid artistic approach.
Collage and urban street imagery are expressions that directly converse with the city, re-signifying its spaces and infusing them with new narratives. In collage, fragments of images, texts, and textures intertwine to create compositions that break linear logic, inviting the viewer to reinterpret elements within a new context. This process mirrors the complexity and structured chaos of urban life.
Urban art, in turn, transforms the city into a canvas, incorporating murals, stencils, graffiti, and stickers that seamlessly merge with the urban environment. These images possess the power to convey immediate and compelling messages, from social protest to aesthetic reflection. Like collage, urban art fragments and recombines reality, challenging conventions and reclaiming public space for artistic and individual or collective expression.
This urban expression engages in a continuous dialogue with collage, paving the way for poetry—poetry that finds its most intimate voice in Jazmín’s travel notebooks.
Sergio Huerta
Input your search keywords and press Enter.