Considerado como uno de los exponentes más creativos de la nueva generación de pintores de Oaxaca, a Manuel de Cisneros le gusta aclarar que es oaxaqueño no oaxaqueñista, en una crítica al supuesto estilo y legado que marca a los artistas nacidos en el estado.
En sus lienzos ataca sus temores de manera subliminal. Lo que presenta son temas cotidianos de la existencia humana —depresión, miedo, angustia, nostalgia– que la gente se esfuerza por esconder. El resultado incluye tanto trabajos pulidos o limpios como recargamientos de pintura que aplica con pincel, espátula o incluso sus dedos.
“A mí no me tocó pintar la alegría; otros la pintan”, asegura Manuel de Cervantes, quien se considera un purista con bases, conocimientos y habilidades para expresarse entre lo surreal, lo abstracto y lo onírico.
Su formación artística empezó en el Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo en Oaxaca. Más tarde fue becario de la Pasadena Art Comission, en Estados Unidos, y estudió pintura de creación en la escuela Massana de Barcelona, España.
Su trabajo ha sido expuesto a nivel nacional y en galerías de países como Estados Unidos, España y Australia.