Un león no es un león. O lo es pero porta alas y vuela hacia todos los rincones del subconsciente habitando con colores las sombras. La realidad es un anagrama absurdo que exige ser reinventado a través de los sueños, para habitar otros espacios y así despojarse de su insoportabilidad humana, para llegar hasta donde nunca se ha estado. Desde la onírica esencia de ser-resignificar, de convertir todo lo que no se ha sido en todo aquello que la fantasía permite ser, un león puede volar hacia la luna mientras llena de sonidos la bóveda celeste que se ilumina con estrellas-conejo.
En Cromática sonora de un sueño, Nino Magaña persiste en una elucubración de la que nunca ha despertado. Pero esta vez, en esta particular circadiana fase, transporta la melancolía de sus tonos existencialistas hacia la luminosidad de pinceladas sonoras que advierten presencia y celebración de la vida compartida. Mientras una paleta se esmera por acometer completa la profundidad del espacio -como con la firme intención de aprovecharlo todo, de no dejarle espacio a la muerte-, por otro lado, resurgiendo desde las entrañas, las notas disidentes e inquietas llenan de bríos la escena; convocan a otra lectura de futuro. Este camino, no es otro que el de la trascendencia de una constante búsqueda, a la que no le ha faltado ni las dudas ni la congruencia. Hay un momento en el que pintar ya no es suficiente.
Cromática sonora de un sueño, tan viva en los lienzos vibrantes del pintor como en los vitales y festivos beats de DamianFlame, es la consagración de un encuentro que empezó hace varios años en el febril anhelo de extender la vida, de mirarse en otros ojos pero al mismo tiempo mirarse a sí mismo. Se trata de una alegoría de cuadros y melodías, como una especie de espejismo en el que, insertos en un sueño que ya se había soñado, al mismo tiempo se despierta a una realidad que nos invita a prolongarla, a seguir viviendo para seguirla reinventando.
Mario Limón Carranza.
Gestor cultural.
Nacido en Guadalajara en 1970, Nino Magaña es uno de los 10 hermanos. Comenzó a pintar a la edad de 8 años, y lo disfrutó, pero nunca pensó que llevaría a una vida como artista profesional.
A los 15 años, su vida cambió en una visita al Instituto Cultural Cabañas, cuando se paró frente a una pintura de Jorge González Camarena titulada “El Abrazo”. “Hasta el día de hoy, esta pintura está grabada en mi mente, porque despertó el verdadero llamado a ser un pintor en mí, que casi 20 años después sigue siendo una verdadera motivación para mí”, dice.
Después de completar 3 años de su título de Arte, Nino dejó la escuela para trabajar como pintor comercial, lo que le ayudó a desarrollar su habilidad y disciplina y le dio los ingresos necesarios para explorar y desarrollar su propio estilo. Pasó a pintar murales en México, Los Ángeles y San Francisco, Chicago, Texas, Nuevo México. Después de ganar su primer premio en el Salón de Octubre en 1990, tuvo la confianza para expresar libremente su pasión por el arte.
En 2008, Nino encontró tiempo para regresar a la Universidad para completar su educación y, además de obtener su Maestría en arte, también obtuvo un título en música, lo que da testimonio de su compromiso con la difusión y promoción de la cultura.
Aparte de pintar, a Nino le encanta pasar tiempo con su esposa y sus dos hijos, que son un gran apoyo para él, ya que la vida de un artista tiene muchos altibajos. No solo es disciplinado como artista, sino también en su dieta personal ya que en el año 2020 terminó su carrera de chef en GQB, además de llevar una práctica de meditación y una vida lacto-vegetariana, otras de sus pasiones son: caminar con su esposa, tocar el piano, la guitarra y la producción musical.
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