La obra de Arturo Lemus Beltrán (Chimalhuacán, 1978), ficciona de manera oculta un mundo distópico, y la serie completa Tesoros de la tierra lo evidencia. Esta exposición no muestra paisajes urbanos desolados o ciudades completamente destruidas y abandonadas, ni siquiera aquellas criaturas mecánicas que hayan tomado control de algún territorio. Al contrario, lo que nos muestra son escenas personales e íntimas de quien sobrevive en oasis fantásticos.
La técnica de Lemus —extremadamente detallada y realista— funciona creando una narrativa verosímil. Se enfoca en los detalles más pequeños para dar vida a un mundo del que apenas nos enseña algunos gestos.
En medio de un ámbito de naturaleza pletórica aparecen algunos organismos metálicos y casi líquidos, huevos plateados con rasgos luminosos y —la evidencia más contundente— en un par de cuadros las imágenes de dos infantes —acaso el mismo personaje, no lo sabemos—. En una, en primer plano, con una nube naranja detrás, que nos recuerda una nube tóxica. En otra, el personaje en una clara postura de celebración, en medio de una oscuridad iluminada por la selva ardiendo a sus espaldas, alzando hacia el cielo un objeto que funciona como reliquia, a manera de quien sostiene un trofeo tras una cruenta batalla.
Este es el contexto en el que el artista plantea su narrativa distópica, una narrativa que se expresa como un thriller expandido fuera de cuadro.
Al público no se nos ofrecen todas las pistas desde el principio y, al contrario de las narrativas pictóricas convencionales, Lemus no representa a la naturaleza afectada por algún estado de deterioro, sino que plantea sus composiciones en planos medios o cerrados en los que no podemos verificar el extenso del paisaje.
El mundo que oculta, o del que sólo conocemos tan poco, se activa en otro plano, en un plano simbólico. No es gratuito que Lemus ocupe el motivo iconográfico del huevo, que nos lleva a sospechar de otros contenidos ocultos, como el del agua.
Así, tejiendo una red simbólica por debajo de las expresiones inmediatas, damos cuenta de un pulso narrativo oculto, el del surgimiento de la vida, la marcha del tiempo, el nacimiento. Lemus, a manera de los paisajistas decimonónicos, nos muestra paisajes de un mundo, que quizás esté ocurriendo en este momento en éste, en nuestro mundo.