Lucio Santiago vive del arte, en especial, de la pintura. Se ha dedicado a ella los últimos 12 años, de manera que lleva más de una década buscando pretextos para tomar los pinceles y enfrentar el lienzo en blanco.
Su obra se ha ido conformando con el vestigio de los dibujos que ha realizado a lo largo de su carrera. En algun momento se enfocó en pintar cráneos, atraído por el volumen de dicha estructura ósea. Era un ejercicio, pero tenía que lograr venderlo para poder seguir produciendo. En otro periodo fueron nubes, recientemente se concentró en incendios forestales, una serie de óleos expuestos en enero de 2025 en Cuatrosie7e Galería.
¿Te sigue emocionando exponer?
Lucio Santiago: Siempre es una emoción. Creo que la expo que más me marcó fue la que tuve en el Museo de Arte Moderno en Italia, en 2014, era individual. Es un museo pequeño en la ciudad de Muggia, justo en el límite entre Italia y Eslovenia. Toda mi exposición estaba en una bolsita de cartón; hice una instalación in situ.
Me gusta ese atrevimiento porque lo comparo con mi época de músico de jazz. Me gusta mucho la improvisación, la experimentación, la interpretación del momento. Y recién había muerto mi jefe [Alejandro Santiago].
A él le gustaba mucho el cine blanco y negro, Andréi Tarkovsky, Akira Kurosawa. Hay una película de Tarkovsky, que se llama Andréi Rubliov, que es la historia de un campanario que hizo una campana sin saber. Así me sentí porque la persona que me invitó a exponer a Italia me dice oye, ¿y tus piezas?, necesitamos ver lo que vas a exponer, necesitamos ver de qué estamos hablando. Le digo es que todo lo tengo en mi cabeza, es una improvisación.
¿Y aun así te permitieron hacer lo que querías?
LS: Bueno, es que transcribí el proyecto. Les dije que todo iba a ser una instalación in situ, que había cortes láser, que con eso iba a construir las 21 piezas que expuse. Porque había un tema también de transportar piezas de México, las cajas, el embalaje…
Hice muchas pruebas, muchos ensayos, porque para llegar a improvisar también tienes que tener conocimiento. Si no, pues no funciona, se quedan nada más en la idea de un manchón o de una pieza. El director me dijo que había sido lo mejor que habían mostrado en cinco años.
¿En qué sentido te marcó esa exposición?
LS: Por el miedo… Conozco museos desde los 5 años, y la palabra museo impone un poco. Pero después de eso ya no hay miedo, hay más una emoción de estar, de resolver.

“El arte necesita provocar”
Llevas tiempo en el ámbito del arte; primero acompañando a tu padre y después con tu propia trayectoria. ¿Cómo ha cambiado el arte en Oaxaca?
LS: Hay muy buenos productores, muy buenos pintores. Hay gente que está exponiendo en espacios importantes; bueno, de la gran institución. Siempre tiene que haber mucho de eso para seleccionar.
Pero incluso los que luchamos en el 2006 ya no provocamos. No sé si necesitamos un movimiento social, una revolución de conciencias… quizá debemos ser más apasionados, involucrarnos más, descubrir, viajar.
Veo la repetición de un mismo símbolo; una composición única, pero hay chicos que están comprometidos, que están vendiendo, descubriéndose como artistas y van bien.
El ser es importante, el pensamiento. El arte debe decirlo, ponerlo en evidencia, porque si no perdemos el significado. Tienes que provocar una reflexión, porque si no, pues se queda bailando en el espacio.
Un camino de la mano de Alejandro Santiago
Ser hijo de una persona como Alejandro Santiago tiene una parte muy bella y también una parte difícil, sobre todo si te dedicas a lo mismo. ¿Cómo lo has llevado?
LS: No lo pienso. Me cae muy bien, su pintura ha sido mi inspiración. También creo que tenemos las mismas referencias…
Claro, te alimentó; él te fue nutriendo artísticamente.
LS: Pintas como tu papá, me dijeron mucho. Y qué bueno, era un buen artista. Malo fuera que me compraran con… Él no habría sido envidioso, me habría dicho pinta.
Gente que trabajó con tu padre coincide en que hablaba poco, pero le gustaba animar a la gente a dedicarse al arte.
LS: Yo al arte llegué por coincidencia; dibujo desde los cinco años. Y sí, nunca dijo muchas palabras pero había una provocación siempre de decir si lo tienes, va a salir en algún momento. Sin embargo, el arte también se estudia. A unos les cuesta menos trabajo que a otros, porque también tiene que ver con tu nivel de apreciación y de tu bagaje intelectual.
¿Te parece que todo el arte tiene el mismo valor?
LS: El arte en todas sus formas de producción es bueno, al final de cuentas es una expresión. A mí me encanta Joseph Beuys, por ejemplo. Antes de empezar a hacer pintura hacía instalación, animación, fotografía, arte multimedia, pero después de una mirada a través de los pinceles me identifiqué con la pintura porque es una cosa visceral; yo soy así.
Y me gusta la improvisación, me gusta andar de aquí para allá. Me gusta cómo creas un instante, o que en un gesto puedes hacer el pétalo de una flor o un pistilo o un cráneo. Me divierte jugar con el espacio. Siempre es eso, estar jugando con el espacio.
Es importante el arte en todas sus formas de expresión porque estamos tan enajenados a un quehacer, en lo cotidiano, que el arte te puede abrir una ventana.
De todo lo que te nutrió tu papá, ¿qué enseñanza sientes que es la que te dejó realmente?
LS: Me enseñó a vivir de una forma muy placentera, muy a gusto.
¿No eres artista atormentado?
LS: Atormentado porque hay desabasto de aguarrás o luego porque se craquelan los óleos. Me atormentan los olores, ahorita estoy enfermo por estar encerrado en el taller pintando.
La importancia de explorar artísticamente
¿Vas a volver a la instalación, a la parte audiovisual?
LS: Me gustaría. Sigo haciendo cosas, pero me hace falta explorar muchísimo más. Es el arte también; o sea, la importancia estar explorando, estar viajando.
¿Traes en mente algún proyecto en específico?
LS: Quiero hacer escultura. Estoy comprando un montón de herramientas para esculpir en madera, basura, lo que encuentro. De repente es ese gesto de artista. Las cosas ya están, nada más hay que levantarlas y exponerlas.
Me acuerdo de una pieza de Henry Moore, que es una de las enseñanzas de don Alejandro. Se fue a Alemania, llegó a un museo y había una exposición de chac moles. Se le hizo interesante verla porque eran símbolos mexicanos reinterpretados por un escultor inglés. Vio la exposición, y me contaba que había una pieza que le había hecho sentir escalofríos. Era un huarachito de plástico que estaba en el rescoldo y que con el tiempo se había hecho como un chac mol. Es eso mismo, encontrar puntos y mucha observación.