“Empiezo a pensar en el artista como alguien capacitado para crear dispositivos que activan nuestro carácter psicológico compartido y las partes hondamente emotivas que tenemos en común.” David Byrne
La idea pictórica de Hermann Orduña prevalece en una inmersión que invita a descubrir la posibilidad de reconfigurar de mil maneras lo que se observa. Es también una provocación a sumarse a una gran pieza melo-pictórica, donde el último horse de la jam session es el espectador.
Su poética está impregnada por la música y la tradición teatral; cada obra es un escenario donde diversas realidades resuenan. Pocos artistas se apegan a la disciplina de crear distintos caminos para una sola pieza, esto hace que sus creaciones contengan detritos de una improvisación: el motif surge, confía en su instinto, fluye y siempre descubre.
Orduña no se limita a las formas de aquella generación que aprendió métodos convencionales de producción, sino que navega sobre la materia y su marea de posibilidades. Su estancia en Barcelona y Palma de Mallorca ha creado en su hacer una cartografía mental única, que Argo resguarda por encomienda de Hera.
La simbolización de la humanidad a través de figuras inquietantes da la sensación de establecer un diálogo con los que observan: el diablo, el personaje con pipa, el del gorro, un ente azul, el ser con bigote, etcétera. “A veces somos más humanos y a veces somos más animales; a veces somos más malos, a veces somos más buenos”, comenta Orduña.
Sus piezas adquieren la sentencia de moverse con swing; podemos observar un grabado y, ante la evidencia de la repetición, el artista lo dota de la autonomía del solista.
El movimiento y la humanidad se congregan en la obra de Orduña; somos cambio constante. El tiempo no acaricia en sus piezas, es un golpe certero de lo que cada ser humano experimenta a lo largo de su vida.
Herman Orduña escucha una polirritmia constante, llena de improvisaciones fundamentadas en la disciplina, de la cual el jazz es el mejor ejemplo. Su Deus ex machina desata la conciencia aniquilada por la máquina para salir del capullo ensimismado que habitamos. Sólo así sucede Metamorfojos, una forma de salvarnos de este relato contemporáneo llamado vida.
“Yo siempre digo voy a hacer una obra más de denuncia, una obra todos los días de la noticia, de lo que está pasando en el mundo, pero vivimos tan rápido, que piensas hacer una cosa y terminas haciendo otra”.
Villa-Lobos
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